jueves, 11 de diciembre de 2008

Ella

Era una fría mañana de otoño, como tantas otras que había vivido.
Rayos de sol atravesaban las ramas de los árboles haciendo visibles haces de luz que se proyectaban sobre el frío asfalto, iluminando hojas repartidas por el suelo, que se amontonaban aleatoriamente gracias al caprichoso y también frío viento.
Ella miraba desde lo alto, agarrada a una rama.
Era un espectáculo para la vista, aquel color dorado que bañaba la calle, mezclando frío y calidez, calma y prisas, tristeza y felicidad...
No podía formar parte de ese espectáculo, pero al menos podía contemplarlo - pensó -




De pronto, se sintió débil, se le comenzó a nublar la vista, su delgado brazo empezó a fallar, lo sentía. No tenía otro lugar a donde agarrarse.
Su vida le pasó por delante, se sentía tan igual a las demás, no creía haber destacado en nada en su vida, la misma que iba a acabar en pocos instantes contra el mismo frío asfalto que hasta ahora contemplaba, en aquella preciosa calle, aquella mañana de otoño...





Le pareció caer mas lento de lo esperado. Se le quedo grabado ese ultimo momento de contacto, entre el árbol y ella, entre su brazo y la rama. Un último roce...
Continuó cayendo, inexorablemente, notaba el viento en la cara, las corrientes de aire parecían afectarle también, era contradictoriamente confortable.
¿Tantas sensaciones nuevas, justo antes de morir? ¿Justo cuando creía que lo había vivido todo?





Casi se alegraba de lo que estaba ocurriendo. Se sentía viva. Volaba.
Notó una última brisa fresca, justo antes de posarse suavemente en el suelo, como flotando. 
Se sorprendió de que aún pudiera sentir, y sin embargo, lo sintió.

Ahora era otra hoja dorada en el suelo, formaba parte del espectáculo...

1 comentario:

  1. ¿una hoja dorada? Vaya, yo pensaba que sería una hoja roja...

    ResponderEliminar